viernes, 25 de junio de 2010

VERANO

Cuando era pequeña, los veranos eran interminables, duraban años. Había tiempo para todo y más, son recuerdos felices donde todo era libertad, no teníamos miedo de nada, íbamos a la Fuente Moreno, al Monte las Tinajicas, a los Juncos, a los Troncos, a la Estación, a San Macario. Todos estos lugares eran, como ir al fin del mundo.

No importaba nada, teníamos la calle.” Me voy a la calle”, no había que quedar, allí estábamos todos como clavos por arte de magia, no se podía faltar. Todos los días eran distintos, jugábamos a mil juegos: pelota, goma, rechóla, comba, capitúlo, bote- bote, los pelotazos, al ajo picante, al zapatico viejo, cambiar cromos, a los disparates, a los pitones, a cantar, a bailar……

A la hora de la merienda las madres desde los balcones nos llamaban por nuestro nombre, pero con una fuerza tan grande que a la primera las oíamos. Nos comíamos el bocadillo de Tulicren y a jugar otra vez.
Las ranas, renacuajos, lagartijas, hormigas y mosquitos, eran uno más. El reloj no existía para nosotros, mejor dicho, el tiempo iba de nuestra parte, igual que nuestras ganas de disfrutar y jugar.
Cierro los ojos y la sensación de felicidad, miedo y confusión, puedo sentirla bastante nítida, incluso muchos olores que van conmigo para siempre.

Lo importante de verdad eran los amigos y la calle, los padres pasaban a un segundo puesto. Nos sobraba vitalidad para dar y vender, no nos cansábamos nunca.
La de chichones y trenques en las rodillas, pero no pasaba nada, nada tenía importancia, hasta que te rompías un brazo o una pierna, entonces era el momento de llevarte al médico, antes no.

La vigilancia de nuestros padres, pasaba desapercibida, hasta que ya oscurecía y entonces otra vez sonaban desde los balcones las sirenas inconfundibles de nuestras madres desgañitándose para que fuéramos a cenar. Lo de la comida era sólo un trámite que había que pasar para después poder salir otra vez a la calle a tomar la fresca.

“A la fresca”, huyyyy, lo de la fresca, era muy importante, había que aprovechar, eso de estar por la noche en la calle era muy gordo. Ya los juegos cambiaban, eran un poco más tranquilos, pero sólo un poco. Era el momento de sincerarse y declarar que chico te gustaba, por la noche no nos daba tanta vergüenza. La de versiones surrealistas de cómo se hacían los niños, la de historias de miedo y cosas raras que nos inventábamos y que nos creíamos, todos con los ojos bien abiertos escuchando y cuando más miedo daba, la sirena.

Había que ir a dormir, que palabra, teníamos alergia a dormir, no por favor, era una pérdida de tiempo, pero tampoco lo perdíamos porque nos dormíamos a la de uno, de tirón y soñábamos que jugábamos.

Cuando era pequeña, los veranos eran interminables, duraban años.

Alicia.
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2 comentarios:

  1. Que bien lo has explicado Alicia, mis veranos eran muy parecidos a los tuyos de vivirlos en la calle, pero mi década no es la tuya, tan solo ese matiz la diferencia. Ya que lo feliz que fué mi niñez, me parece que es parecida a la felicidad que tu tenías.
    Te deseo que este verano, sea tan especial como los vividos de pequeña.
    Besicos

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  2. Hace muchos días que no había mirado los blog y hoy que estoy sola porque mi marido se ha ido a trabajar, he dicho voy a mirarlos.Me has alegrado la noche, me has echo recordar lo bien que lo pasábamos los veranos todo el día en la calle, no necesitábamos ni móviles, ni consolas, ni todas las cosas que hoy tienen nuestros hijos para pasarlo bien.
    Feliz verano

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